¿Y si no quieres a tu bebé tanto como pensabas?


Es muy bueno que la madre abrace al niño nada más nacer, para que se establezca entre ellos un fuerte lazo afectivo. Pero si tú no lo has hecho, no debes culpabilizarte: tendréis otras muchas oportunidades y esto no va a mermar vuestro cariño.


Su comportamiento (señal de que el hombre es sociable por naturaleza) y su aspecto desvalido provocan la respuesta que instintivamente está buscando: inspirar una enorme ternura para que le protejan y le cuiden. Éste es el motivo por el que el pequeño y su madre deben pasar juntos sus primeros momentos de vida (periodo denominado por los psicólogos "de impregnación"), para que establezcan entre ellos unos lazos tan fuertes que les mantengan unidos de por vida.

Estás en un periodo de aprendizaje
Sin embargo, a diferencia de otros animales, como las ocas, que sólo pueden vincularse con sus crías si comparten con ellas los instantes posteriores a su nacimiento, los humanos podemos desarrollar el apego con nuestros hijos más tarde. Por eso, si inmediatamente después de dar a luz no has podido abrazar a tu bebé, o te han puesto anestesia general y hasta pasadas unas horas no os habéis conocido, no pienses que esto va a influir en la calidad y en la intensidad de vuestra relación, porque no va a ser así (prueba de ellos son los padres adoptivos, que llegan a querer tanto a sus hijos como si fueran biológicos).
A partir de ahora lo que debes hacer es cuidarte mucho, para recuperarte cuanto antes, y aprovechar tus días de estancia en la maternidad para conocer mejor a tu hijo, aprender a cuidarlo y consolidar vuestra relación.

Háblale mucho. El sonido de tu voz le resulta familiar, porque la ha escuchado durante el embarazo, y esto le hace sentirse seguro.

Acaríciale y cógele en brazos cuanto te apetezca. Aún no hay riesgo de malcriarle y el contacto físico contigo le facilita la adaptación a su nueva vida.

Obsérvale mucho y pregunta a las enfermeras tus dudas sobre sus cuidados. Esto aumentará la confianza en ti misma y evitará que al volver a casa te sientas confusa y agobiada, lo que a su vez incrementará tus ganas de mecerle, darle besos, achucharle...

Necesitas tiempo para ilusionarte
Efectivamente, el amor de la madre por su hijo no tiene por qué materializarse de forma inmediata. En ocasiones la recién estrenada mamá está tan cansada que no siente nada al conocer a su pequeño, incluso es posible que le provoque cierto rechazo. Si a ti te ocurre, no te sientas culpable ni pienses que eres una mala madre. En las primeras horas, la falta de ilusión por el recién nacido es más frecuente de lo que se cree.

Después de un par de días de descansar y de asimilar la idea de que el embarazo ha terminado y por fin eres madre, empezarás a ilusionarte por tu pequeño. Tómate tiempo para acariciarle, mecerle, susurrarle palabras bonitas al oído... Todo esto acelera y fortalece el proceso de vinculación.
No pienses que haber tardado unas horas en sentir amor por él es el preludio de una relación poco afectiva entre vosotros. Hay madres y padres que no empiezan a sentir algo especial por sus hijos hasta una semana después de su nacimiento, y otros más "tardones", que no se sienten fuertemente vinculados con él hasta que llevan varias semanas cuidándole y se convencen de que pueden cumplir bien con su papel. Pues bien, salvo casos excepcionales que necesitan tratamiento psicológico, todos, absolutamente todos, son buenos padres y acaban queriendo a sus hijos más que a nadie en el mundo.

A pesar de sentirse cansado, asustado y desorientado, el recién nacido pasa despierto su primera hora de vida. No tiende a refugiarse en sí mismo, sino que manifiesta una clara necesidad de relacionarse: se calma si le abrazan, gira la cabeza al oír voces, es capaz de mirar fijamente a los ojos...

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