Invitados y novios, qué regalar o pedir como regalo en una boda

En un casamiento quien recibe invitación y los contrayentes tienen dudas sobre qué obsequio hacer o solicitar y cuánto gastar, para no quedar mal y acertar.
El protocolo establece claramente el comportamiento ante los regalos para un enlace: dónde entregarlos –en mano o no-, cómo hacerlo –con anterioridad o el día de la ceremonia-, cómo solicitarlos, e incluso quién debe obsequiar más y quién menos, teniendo en cuenta que ante todo debe primar el cariño y el sentido común.

Comportamiento y opciones del invitado al regalar si recibe una invitación de boda

El invitado a una boda no es un “condenado” sin derechos, por lo que cuenta con un margen de decisión a la hora de regalar.
Ante una invitación a un casamiento religioso o civil al que no quiera o pueda asistir también debe regalar, pero el obsequio puede consistir simplemente en un detalle.
 
Las listas de boda no son obligatorias, por lo que cualquier invitado tiene derecho a hacer un regalo a su gusto, incluso aunque a los novios no les haga gracia. En este caso debe enviarse siempre a la casa del que le haya invitado –preferiblemente antes de la boda-, pero nunca llevarlo a la iglesia o al juzgado, donde se convertirá en una molestia.
Es preferible no hacer un regalo decorativo para la casa (cuadros, adornos…), porque el gusto del que obsequia no tiene por qué coincidir con el de los desposados, y se les estará obligando a soportarlo a diario o a sacarlo del armario cada vez que les visite. Lo ideal es regalar algo insinuándoles con humor distintas posibilidades de ubicación: un macetero de calidad –los hay de múltiples precios- especificando que puede ser para el salón (si les chifla) o para el baño (si no les convence); o un espejo, para el recibidor (si les gusta) o para detrás de la puerta de su dormitorio (si les horroriza).

Posibilidades económicas o cuánto debe gastarse cada invitado en un regalo de boda

En cuanto al importe, siempre es problemático decidir la cantidad correcta para cada boda.

Si el invitado piensa que tiene que “pagarse” el cubierto, puede obtener una pista llamando -en secreto- a donde se celebra y preguntando el precio medio del mismo.
El sentido común y el cariño, sin embargo, establecen que no todos los invitados son iguales, y que por tanto tampoco deben serlo los regalos. Es absurdo esperar –ni por parte de los contrayentes ni de los invitados- que regale lo mismo el jefe de la empresa del novio, que la amiga de la novia que se encuentra en paro desde hace dos años.
Respecto al número de invitados, la invitación siempre especifica si es para la familia, pero incluso en este caso resulta muy incorrecto asistir a una boda con niños pequeños. Un tope razonable son los catorce años (las canguros o baby sitter están para esas ocasiones).
Existen varias razones para ello: se dejan el carísimo menú en el plato porque no les suele gustar, obligan a los padres a hacer un regalo más cuantioso, molestan a todo el mundo si están cansados o son maleducados, e impiden que los progenitores disfruten de la boda.

A quién enviar las invitaciones y cómo pedir el regalo, si se es el novio o la novia

Existen unas sencillas normas de comportamiento a la hora de invitar a un casamiento:
  • Tradicionalmente la boda se celebra donde vive la novia, como norma de educación por parte de su prometido, en caso de que residan en lugares distintos.
  • Las invitaciones deben mandarse al menos con un mes y medio de antelación -para que no existan compromisos previos de los invitados-, en un sobre personalizado, es decir, escrito a mano.
  • No es necesario que coincidan el número de hombres y de mujeres, ni resulta correcto comprometer con una invitación a alguien a quien hace mucho que no se ve (salvo porque viva muy lejos).
  • Cada invitación debe sopesarse cuidadosamente, ya que suele contarse con familiares con los que prácticamente no existe relación, y en cambio se prescinde –normalmente por falta de presupuesto-, de personas a quienes se quiere entrañablemente.
  • Invitar únicamente a la ceremonia sólo resulta adecuado en casos extremos, por ejemplo por graves motivos económicos, o si la persona desea fervientemente vernos casar pero no se le quieren imponer los gastos que conlleva una boda.
  • No hay nada más grosero que no agradecer un regalo de boda, por lo que lo ideal es hacer sobres dobles al enviar la invitación, y guardar los segundos con el sello y un agradecimiento genérico –que puede personalizarse posteriormente- para remitirlos conforme vayan llegando los obsequios. Es la mejor manera de no olvidar a nadie por culpa de la mudanza, o por el estrés de las obligaciones al incorporarse tras la luna de miel.

Consejos a contrayentes respecto a sobres con dinero, lista de bodas y viaje de novios

Que los novios pidan dinero no resulta correcto, aunque cada día se haga más; no obstante, si se les pregunta pueden facilitar una cuenta donde hacer el ingreso. También es inadecuado que el invitado entregue el sobre en mano, por no haberse molestado en hacer una transferencia.
En la lista de boda –que debe facilitarse sólo si los invitados preguntan por ella- se incluirán objetos de decoración o domésticos, pero nunca personales. Los precios deben ser para todos los bolsillos –con reposición constante-, pero no a costa de dividir ridículamente los regalos, ya que a nadie le gusta regalar “seis tenedores de postre”.
Tampoco se debe prescindir del banquete pero sí pedir dinero porque se prefiere “hacer un buen viaje de novios”. ¿Y quién no?
Y ante todo no se debe olvidar que, si no se cuenta con mucho presupuesto, siempre se puede invitar a 150 amigos a una marchosa y divertida barra libre en una discoteca, en lugar de a 50 comensales al restaurante más caro de la ciudad.

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